17.8.23

17 de agosto - "Gloria eterna al Padre de la Patria"

 

Nacido en Yapeyú (actual Provincia de Corrientes) en 1778, el General José de San Martín trazó un camino que ha dejado una huella imborrable en nuestra historia.

Tras su partida a España a los cinco años, su espíritu se enriqueció en las filas del Ejército Español, donde alcanzó el grado de Teniente Coronel a los 34 años. Pero su corazón latía por la tierra que lo vio nacer.

Algunos hitos en su carrera tras su regreso incluyen:
- en 1812, la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo,
- en 1814, su asunción como General en Jefe del Ejército del Norte,
- en 1816, mediante decreto del Primer Director Supremo, su nombramiento como General en Jefe del Ejército de los Andes. Al mando de este, logró el cruce de la cordillera que llevó la libertad a Chile y Perú, desafiando el poder de la corona española.

Más allá de la historia, la figura del General San Martín encarna valores que inspiran: compromiso, valentía y perseverancia en los ideales, mereciendo el título de “Padre de la Patria”.

En el 173° aniversario de su paso a la inmortalidad, rendimos Honor y Gloria al prócer que forjó la soberanía de los pueblos en América.
.......

Un día de agosto ¡a las tres de la tarde!

La rutina grabada a lo largo de toda una vida en la milicia, lo ayudaba a llevar
adelante sus años, sus enfermedades y la creciente ceguera que lo encerraba cada
vez más en la oscuridad.
Temprano ese día, comenzó su actividad, pese al calor del agosto europeo no dejó
de ponerse el pañuelo negro al cuello y el tapado de grandes solapas, de dos filas de
botones, muchas veces remendado por él.
Ayudado por su bastón y no por ello sin dificultad, comenzó su caminar hasta el
promontorio, desde donde podía sentir el rugiente mar, al que ya poco veía , pero eso
no importaba.
Allí, el viento pegaba sobre su arrugado rostro y su blanco cabello, también le
traía entrañables sonidos de trompetas, de cascos de caballos, de rugidos de cañones,
de choques de sables y lanzas, en síntesis le devolvía lo que había sido su vida, que
ahora se le escapaba a cada momento.
Pasado el mediodía regresó a la casa, se sentó en un sillón tan viejo como él y
comenzó a mirar el pequeño fuego que siempre estaba encendido.
Una vez más los recuerdos regresaron, pero lentamente su bravo corazón dejó de
latir, entonces la poca luz que quedaba en sus ojos, se apagó para siempre.
Sorpresivamente, se encontró muy joven, caminando con su uniforme azul,
sintió el peso y el ruido de su querido sable corvo colgado del cinturón, vio a lo lejos
una torre con un campanario, que creyó haberla visto antes y cerca de ella a muchos
soldados con uniformes de la Patria, tan lejana y querida.

Alguien se adelantó y con una tonada fuertemente correntina le dijo:
- Bienvenido mi Teniente Coronel….. lo estábamos esperando
En ese momento comprendió.
Se estrecharon en un abrazo y al hacerlo tocó la espalda del correntino, entonces le
dijo:
- Todavía está abierta esa herida
- Es mi orgullo…. fue la corta respuesta
- Esa mañana cuando fui a verlo y a agradecerle, ya era tarde, se lo digo ahora
muchas gracias…...
- El agradecido soy yo por haber podido cabalgar con usted hacia la Gloria.

El resto de los que allí estaban se acercaron a abrazarlo, vio caras muy queridas.
El lugar que Dios tiene reservado para los soldados, a partir de ese momento fue
mejor, ya que el Primer Soldado de América, el Capitán del Nuevo Mundo había
llegado.
En un lugar de la costa de Francia a las tres de la tarde de ese día de agosto un
reloj detuvo su andar, pero comenzó a funcionar el de la gloria, eran las tres de la tarde del 17 de agosto de 1850

Hernán Garay

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